La noche era demasiado fría para el delicado vestido que abrazaba tu cuerpo. Temblabas profusamente, con cada arrebato del invernal viento nocturno. De tu boca salía una delicada capa de vapor, evidencia de la baja temperatura.
El humo del cigarrillo de aquel extraño recargado sobre la farola llampo tu atención, vestido con una obscura gabardina y grisáceo sombrero, de dedicaba a humear tranquilamente.
Te detuviste frente a él y notaste que no sería un cliente normal. Acordado el intercambio entre capital y placer, lo llevaste hasta el discreto cinco letras en el que siempre te refugiabas. Ese lugar infestado hasta la cortina con humores podridos en cada rincón y que tantas veces te había visto llorar, gritar exclamar y mucho más. Una vez dentro de la placentera cueva de barato papel tapiz, la ropa fue innecesaria, era como cada noche desde hace casi 3 años, habías perdido ya esa sonrisa que tanta luz le daba a tu rostro. Caricia a caricia tu alma moría. Tu cuerpo respondía por la mera costumbre, el simple oficio, hacía mucho que habías olvidado que es el amor.
Aquel extraño prendió entonces de nuevo un cigarrillo. Más humo para el congestionado y casi agónico pulmón. El espejo en el techo, te reflejaba la repugnante imagen, un extraño humeando con su tabaco, con rostro inerte, inhalando, exhalando, todo provocándote un incómodo sentimiento de vacío, que consumía lentamente tu alma como al cigarrillo de aquel sujeto a tu lado. Tu cabeza daba vueltas cruelmente, torbellinos mentales, que consumen y consumen todos los días, silenciosos asesinos de sueños y sentimientos, eras ya solo un cuerpo vacío, que buscaba como seguir respirando cuando saliera el sol de nuevo. Ya no valías como humano, porque no te considerabas humana, todo regresaba a atormentarte en esos pequeños momentos de depresión, El coraje por la muerte de tu padre, la horrible vida sufriendo el alcoholismo de tu madre, la difícil vida en las obscuras calles olvidadas de la ciudad más grande del mundo.
En ese enorme torbellino de ideas tu cabeza se centró de nuevo, al mirar a tu costado viste el humo correr de nuevo, ahora un poco más cerca de tu cara, era aquel tipo ofreciéndote de su cigarro, con una sutil mueca lo rechazaste, resistiendo el asco de pensar que había saliva suya en ese tubo de papel y tabaco, el extraño sorprendido y humillado, mostro cara de indiferencia, al mismo tiempo que se levantaba y vestía.
La cama ya no era el lugar para ti, así que de un brinco ya estabas ya, de nuevo, envuelta en aquel delicado vestido rojo, que tanto marcaba tu aun escultural figura. Las deudas de habían pagado, cliente contento y dinero en el momento. Era solo otra noche para ti. La obscura gabardina estaba a tus pies, al mirarla, tu naturaleza amable te obligo a levantarla para él. El hombre extraño se sobresaltó al notar tu movimiento, intentando detenerte corrió hacia ti pero estaba ya casi en la puerta, notaste un extraño peso en la gabardina hasta que un tenue rayo de luz que se colaba por las cortinas la iluminó. Un mortal tubo de metal conectado a un dispositivo arranca vidas, cargado de mortales municiones, estaba resguardado en un bolcillo de aquella gabardina, al levantarla, el peso del metálico artículo fue víctima de la fuerza de gravedad y se disponía a caer al piso, cuando el cliente de esta noche corría hacia ti. Al chocar con el suelo, dicho artículo disparo por accidente su mortal carga de plomo. Era un macabro espectáculo, un desafortunado accidente, la alfombra manchada con un tono carmesí, de aquel líquido que nos da vida. Aquel extraño estaba ahora frente a ti, sabías que esta no sería una noche normal. Pero un policía muerto por dormir con una prostituta, eso es demasiado, incluso para ti
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