Era otra noche patrullando, la ciudad sonaba a silencio y la lluvia no paraba. Tenía 2 meses siguiéndole la pista a ese maldito pervertido, todos me decían que era una locura, como Magnum Bates sería un asesino, ese mojigato hijo de perra que dona mil dólares a la iglesia cada mes, pero yo sabía su secreto, Dios me lo había dicho, el señor Bates era un demonio con piel humana. No se cómo Dios me eligió para cumplir esta misión, pero mi trabajo es cumplir el mandato divino, no cuestionarlo, Magnum Bates debe morir.
Eran ya las 3 de la mañana y veo a Bates salir de un callejón entre Barkley y Second av. Lo sigo a distancia observándolo desde el auto, él no sospecha que alguien le esté siguiendo los pasos. Enciende un cigarrillo sacándolo de su cigarrera de oro, estos demonios sí que saben vivir. Después de varias cuadras finalmente se mete a otro callejón y decido seguir a pie.
Salgo de mi viejo auto sosteniendo a la vieja Betty en mi mano, mi inseparable revolver cal.45 que nunca me ha fallado en esta constante lucha. Al entrar al callejón veo a Bates, está de pie frente a mí, a unos 5 metros de distancia, es un callejón sin salida, ya lo tengo.
-¡Deja de seguirme Mahone!, maldito enfermo degenerado, consíguete un empleo maldita sea, ¡no fue suficiente para ti que te despidieran del maldito departamento de policía!- me dijo el maldito así que conteste:
-Calla, demonio. A mí no me engañan tus trucos, se bien que te envió el mismo Lucifer a hacer su malvada obra, pero yo te detendré- el muy cobarde tenía la mirada perdida del pánico que sentía, el sudor le escurria por el rostro cual cerdo en matadero, le temblaban las manos y cuando vio mi revolver sentí como su garganta tragó saliva. Era su fin.
-Mahone- repitió- estas demente, yo no eh hecho nada, baja el arma, podemos hablarlo, conozco el psicólogo que tiene tu caso, podemos ayudarte, sólo baja el arma y regresa al instituto, Marie tu esposa, la recuerdas, está preocupada por ti, y el pequeño Marky necesita a su padre, no hagas una estupidez.
Al escuchar esto baje el arma, mi esposa Marie, como la extrañaba, no había sido lo mismo con ella desde que le dije sobre mis visiones, sobre la misión que Dios me había encomendado, me había tachado de loco y casi me corre de la casa. Habían sido tiempos difíciles, después de meterme al instituto para que analizaran que estaba mal en mi cerebro, todo había cambiado, ¿será acaso este el precio que debo de pagar por servirle al Señor?
Bates se acercó a mí, lentamente no dejaba de mirar el arma, a pasos lentos e inseguros llego hasta donde yo estaba. Y dijo.
-Necesitas ayuda Mahone, no debiste dejar el instituto.
Por un segundo recobre la conciencia, le dije que lo sentía comencé a llorar como maldito bebe recién nacido, el hombre sólo se preocupaba porque no fuera a levantar de nuevo el arma. Mi familia, mi trabajo, mi futuro, todo se había derrumbado en tan poco tiempo… o acaso sería… Si debe ser, ¡es otra trampa! La psicosis se apodera de mi mente de nuevo, mis ojos exhalan odio y castigo, Bates me ve con tal pavor que sólo alcanza a expirar un tímido grito antes de ver de cerca mi revolver, justo en medio de sus ojos.
PAAAAAAW
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