sábado, 11 de febrero de 2012

Héroe

-Papá ¿qué es un héroe?...

La pregunta de Robert hizo rebotar un fantasmal eco en la recamara vacía, su padre limpiaba algo que tenia en las manos con sumo cuidado, con un paño viejo y desgastado, pero con tanto empeño que parecía apreciar una belleza majestuosa en dicho objeto. La mirada de su padre se levanto para posarse en el pequeño niño rubio de ojos azules que le había formulado la interrogante.

-Eso no existe Robert, solo existen en los cuentos- Dijo su padre concentrándose de nuevo en el pequeño objeto metálico sobre sus manos.

-No es cierto padre, ¡sí que existen!, o eso creo- contesto con sus azules ojos fijos en el mermado rostro del aquel hombre al que llamaba padre.
-¿En verdad quieres saber qué es un héroe hijo?
-Sí
-Bien. Un héroe...-se detuvo dubitativo, clavo la mirada en la mesa, como ocultando un viejo dolor, profundo e imperdonable. Robert se estremeció al ver la mirada perdida de su padre. El hombre levantó de nuevo la cara, respiró profundo y continuó.
-Un héroe es, un hombre diferente hijo, un héroe es aquel que lo entrega todo por quien lo necesite, sin importar el sacrificio que esto conlleve, el héroe de verdad no conoce el descanso, porque no puede hacerlo hasta conseguir la victoria y su victoria nunca llega. Porque siempre ha sido más fácil hacer lo malo que lo correcto, lastimar que proteger, engañar que decir la verdad. Por eso hijo, el héroe tal como debería ser ha muerto.
El infantil rostro se enrojeció al momento que una delgada lagrima bajaba por su mejilla, las manos cruzadas frente al pecho y el gesto deprimido enmarcaban la imagen de tan inocente llanto.
-¡No es cierto!
El niño lanzo tremendo rugido que hizo estremecer a su padre. Robert Hooglihan tenia el rostro colorado teñido por indignación y frustración.
-Los héroes, si son lo que dices, ¡sí existen!- su mirada escondía temor y decisión al mismo tiempo- Existen y viven y ganan, yo lo sé, porque si un mundo no tiene héroes no tendría nada en que creer y yo sí creo y yo creo que los héroes sí existen!
El rostro del Teniente Coronel R.Hooglihan se quedo perplejo, su hijo de 9 años había rugido como todo un hombre, se puso lentamente de pie, al tiempo que posaba su mano sobre el delgado hombro de su fiel y pequeño soldado.
-Tenías razón hijo, los héroes aun existen, creo que estoy mirando a uno en este momento.

sábado, 4 de febrero de 2012

Anton

El silencio oscuro del pueblo se rompia con el leve tintineo de las campanas colgadas en el marco de la ventana, el viento las empujaba a placer, mientras la lluvia invernal caía como un perpetuo rocio sobre la yerba. Anton era un anciano de 97 años que había vivido muchas peleas y luchado muchas guerras. Su cuerpo esbelto aun mostraba la sombra de los marcados músculos que tuvo durante su juventud, pero la edad lo había vuelto fragil y lento. Unos pequeños lentes circulares caían sobre su tabique nasal, dandole un toque de sabio al rostro del anciano, la fogata daba calor a sus viejos huesos cuando se ponía a leer como cada madrugada. Hacia 4 noches que Anton no podía dormir, su pacifica vida a las afueras del pueblo de Hogg se había visto interrumpida con la aparición de 7 mirlos muertos a las afueras del bosque Plateado. Los mirlos poblaban todo el bosque y los habitantes de Hogg los respetaban por ser el emblema del pueblo, por eso la aparición de dichas aves muertas había causado tanto revuelo. Anton había examinado con cautela a las criaturas, después de la disección, el anciano no encontró la causa de la muerte, no había veneno, ni daño a los organos internos, nada.
Fue después de revisar a los mirlos que el insomnio le había comenzado, a sus años no tener horas de sueño no era nada grato, se entretenía cada noche leyendo sus viejos tomos de leyendas y mitos de la antigua era, leia los relatos de los Altos Heroes del pasado, Faragorh la espada del Sol y Miragogh el guerrero dragón eran sus favoritos. A veces ojeaba las historias de las Guerras de la NeoConquista pero eso le traía malos recuerdos. Era difícil ver su nombre en historias que le recordaban tanto dolor. Esa noche no pudo escoger ningún libro, estaba en silencio, frente a la chimenea, examinando sus notas sobre los mirlos, afuera, desde su ventana, se asomaba la Puerta Lunar, entrada al Bosque Plateado y sin saber porque, el viejo Anton sentia que algo desde esa maleza lo observaba. Un escalofrio le recorrio la espina dorsal al mismo tiempo que un fuerte golpeteo sonó en la vieja puerta de madera, alguien llamaba. El anciano con sus huesos cansados se levanto despacio y camino hasta la puerta, al abrirla pudo ver a quien había estado esperando desde hacia 4 noches.
-Ya era hora, estúpido vago.
-Calla anciano, o te enviare a la tumba, de la que ya por largo tiempo te le has escapado.
El hombre que entro a la vieja cabaña era alto con el rostro lleno de cicatrices, una de ellas era larga y le atravesaba el costado derecho del rostro pasando sobre su ojo. Mientras se limpiaba el lodo de las botas en el portico, le daba a Anton una fria mirada de desprecio. Al entrar a la cabaña, se dejo caer de lleno sobre la primer silla que vio...